22 mayo 2007

Silencio en la sala de profesores

Sr. Director de A contratiempo:
Hace cosa de un mes inicié en Internet, para su lectura gratuita y por entregas, una novela titulada El paripé o los desertor@s de la tiza, la cual tiene prevista su finalización con el trimestre natural del curso académico. Su título lo dice todo sobre su contenido; su trama es aún más real que la vida misma; y su verosimilitud se ha convertido, tras los 11 capítulos hasta hoy publicados, en una dura prueba dirigida al sentimiento humano pues (según opiniones recibidas) parece increíble que puedan ocurrir hoy día los hechos ahí relatados.
Pero si a duras penas podrá el lector internauta tomarse como sucedido lo que se narra en la novela, aún más difícil les resultará a los lectores de la revista que tan dignamente dirige creerse que en la sala de profesores del IES donde se fraguó tan inverosímil argumento sea imposible colocar un cartel en el tablón de anuncios referente a la novela en cuestión: una garra inquisidora se ha ido encargando, por cuatro veces ya, de arrancar, rajar y tirar el cartelito en el que se informa a los demás profesores de la existencia en Internet de tal documento. ¡Hasta la fotocopia de la denuncia realizada en el cuartel más cercano ha sido arrancada de cuajo! Y lo más terrible es que el último cartelito, el 4º, que fue materialmente pegado sobre el corcho con un centenar de grapas, también resultó arrancado en un recreíto ante la vista de medio silencioso claustro (hecho del que, por fin, pude conseguir prueba gráfica y contundente que en su día visualizará un juez).
¡Qué penoso debió de haber sido defender las ideas propias en épocas totalitarias, visto que en la actual, que no suele ser tomada como tal, suceden estas cosas! Pero si algo hemos avanzado, y si un mínimo de libertad de expresión hemos llegado a tener, creo que habrá sido a remolque del tesón y del coraje. Pues sépase entonces que, por lo que a mí toca, seguiré y seguiré colocando cada semana mi cartelito libre y altanero acompañado de décimas como esta que escoltaba al 4º cartel:

Le ruego al quitacarteles
que ronda por esta sala
que deje de ser tan mala
persona, y a los cuarteles
respete, ¡y a los bedeles!,
y… asuma su estupidez:
pues tengo yo más de diez
cartelitos aguardando
que me los vayan quitando
pa ponelos otra vez.

Pero la duda sigue asaltando a la razón: si todo lo sucedido “por dentro” y “por fuera” de la novela ha sido ya legalmente denunciado donde correspondía, ¿quién se encarga en España de parar estos desmanes? Ruego contestación a quien lo sepa.
Atte.
Jaén, 17 de Mayo de 2007
Juan Pedro Rodríguez
25933052
www.juampedrino.com

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