22 septiembre 2007

exposicion fotografica el rostro de las oliveras



El proximo dia 5 de Octubre se inagura en Palma de Mallorca en el local de la Obra Cultural Balear de la C/ San Alonso 24 la exposicion de la obra fotografica de Pere Ferrer, Jose Sedano y Daniel Ferrer titulada " El Rostre de les Oliveres" que recoge una amplia muestra de las expresiones vivas que la naturaleza ha creado en los olivos centenarios que crecen abrazados a la piedra de la espectacular Sierra de Tramontana en Mallorca.
La exposicion permanecera abierta desde el dia 5 de Octubre hasta el dia 19 en horario de tarde de 17 a 20 horas.


Para una visita virtual a la exposicion la misma se encuentra en la pagina web http://www.elrostredelesoliveres.com/



12 julio 2007

V.ARUTYUNYAN (États-Unis/United States)F.BONA (France)

I N V I T A T I O N
Galerie Gora vous invite à sa nouvelle exposition d’artistes contemporains. Les oeuvres seront exposées du 10 juillet au 28 juillet 2007. Le vernissage aura lieu mercredi 11 juillet 2007 de 17h à 19h. Venez découvrir: Gallery Gora invites you to a new exhibition of contemporary artists from July 10th til July 28th 2007. The opening will be held on Wednesday, July 11 th, 2007 from 5 pm til 7 pm. Come discover:
V.ARUTYUNYAN (États-Unis/United States)F.BONA (France)EXPOSITION COLLECTIVE/GROUP SHOW


V.ARUTYUNYAN L’art abstrait d’Arutyunyan abonde d’expressions figuratives chargées d’émotions et de spiritualité. Ses oeuvres traduisent la rencontre d’émotions que les teméraires coups de pinceau et les couleurs vivantes révèlent. L’art d'Arutyunyan est le récit de son propre univers : il révèle son âme au monde, c’est une manifestation d’un amour démesuré, authentique et significatif pour ce que Dieu a créé...(suite) Arutyunyan is an abstract artist with a flow of figurative expressions that are emotionally and spiritually charged. Her works are a clash of emotions that are so apparent in artist’s brave brush strokes and vibrant colors. Arutyunyan’s art is a narrative of her own world- revealing her soul to the world, a manifestation of highly effective and meaningful love for everything that was created by God...(more)

F.BONA Pour moi, ce qu’il y a de primordial dans la peinture, ce n’est pas la forme, qui est souvent privilégiée, mais le fond. L’oeuvre doit dégager autre chose que de la beauté pure, et le spectateur doit poser un regard ouvert sur ce qui peut lui paraître au premier abord vulgaire. La spontanéité, l’instant présent, ma conscience, ma manière d’appréhender... (suite) For myself, what is essential in painting is not the form ­ which usually prevails ­ but the content. My work is meant to evoke more than pure beauty, and the spectator must keep an open mind when looking at what can appear crude at first glance. Spontaneity, the present moment, my conscience, my manner of grasping...(more)

EXPOSITION COLLECTIVE/GROUP SHOW
Mattia BIAGI, Cariya BREEMEN, David BROWN, Béatrice DAUGE, Leslie GIFFORD, Jean PAQUOT, Alain POTREL, Alberto ROSIANO, Stephanie SCHOEN
Pour en savoir plus sur les artistes/ To learn more about the artistsPour plus d'informations, contactez: art@gallerygora.com / For more information, please contact: art@gallerygora.com

Galerie Gora 279 Sherbrooke Ouest, #205Montréal, Québec, Canada H2X 1Y2Métro Place-des-arts, sortie Bleury exitTéléphone: (514) 879-9694 Fax: (514) 879-0164art@gallerygora.com http://www.gallerygora.com/Nous sommes situés au centre-ville de Montréal, au coeur du quartier culturel et des affaires, au 279 Sherbrooke Ouest, au coin de l’avenue du Parc et Bleury. La galerie se trouve au second étage,Métro : nous sommes situés à 2 minutes du métro Place des arts (sortie Bleury).Stationnement : nous sommes situés à 2 minutes du stationnement sur la rue Bleury. Le stationnement est à $5 après 17h et durant la fin de semaine.Stationnement: nous sommes situés à 2 minutes du stationnement municipal au coin de President Kennedy et Bleury.We are located in downtown Montreal in the heart of the cultural and business district at 279 Sherbrooke West, at the corner of Park Avenue and Bleury. The gallery is on the 2nd floorMetro : Two minutes from the Place-des-Arts Metro (exit Bleury)Parking : Two minutes away from the parking lot on Bleury. $5 after 5pm and on weekends.Parking : Two minutes away from the parking lot on the corner of President Kennedy and Bleury.


Primer Concurso Nacional de Poesía


Primer Concurso Nacional de Poesía
"LA IGUANA"

Requisitos : podrán participar autores mayores de 18 años o residentes en la Argentina.
La temática y métrica será libre.

Bases: 1) se presentarán de 3 a 5 poemas, de hasta 35 versos, por triplicado en le hoja tamaño A4, letrea Times New roman y a doble espacio. Las obras se firmarán con seudónimo.

2) en sobre cerrado (plica) se colocará en el anverso el seudónimo y un título que englobe a la serie de poemas y dentro del mismo , los datos de autor : nombre, domicilio, teléfono, DNI y correo electrónico. Se puede incluír una breve reseña bibliográfica de hasta 5 renglones (no excluyente)

3) la inscripción es de $10 que servirán para financiar la edición del poemario ( ver punto 4) ya que sabemos que La Iguana es independiente y no recibe subsidios ni donativos de ningún tipo.

4) Primer premio : edición de un poemario de 20 poemas, difusión en la revista virtual y reportaje en la gráfica. Diploma.
Segundo premio : difusión en la revista virtual y gráfica , reportajes y ediciones especiales con la obra. Diploma que lo certifique.
Tercer premio: ídem al anterior

5) El jurado se dará a conocer en la edición de "La Iguana 74" en formato virtual.

6) El plazo de recepción es del 9/7/07 hasta el 15 /10/ o7 . Los resultados se dar'an a conocer de manera personal a los ganadores y por medio de la red a todos los participantes y público en general.

7) La entrega de premios coincidirá con la fiesta de "La Iguana" en donde se lanzará la número 6 en gráfica , que será en el mes de octubre del corriente año..

8) Los trabajos se remitirán por carta certificada,( ya que dentro de la plica se colocarán los 10 pesos de inscripción) o personalmente de 9 a 12 hs a la siguiente dirección:

Primer Concurso Nacional de Poesía "La Iguana"

Leloir 772

(1834) Témperley

BsAs Argentina

Este proyecto será el que iniciará el proyecto 2008 de "Ediciones de la Iguana" dedicado a la publicación y difusión de autores que no tienen la posiblidad de dar a conocer sus obras por otros medios masificados.

Se agradece la difusión.

"La Iguana"

del sur del mundo al mundo...
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LA IGUANA SUEÑA DESPIERTA,LA IGUANA VUELA EN EL VIENTO,CON LA PLUMA DEL POETAESPARCIENDO SENTIMIENTOS. SALUD ÑAÑOS DEL ALMA!!! LUCHO PONCE

noche de clones







PLEASE (U2)
Bajo esa premisa 5 Músicos de Gava Barcelona, se juntaron a finales de 1998 para celebrar su fanatismo por la banda Irlandesa, por medio de un pequeño concierto que conmemoraba la salida al mercado de un recopilatorio de los grandes éxitos (80/90) de U2.

En noviembre 2005 y coincidiendo con la salida del nuevo y esperadísimo disco de U2 “How to dismantle an atomic bomb”, vuelven a ser requeridos por “Universal” para su presentación en España, pasando por sala Arena (Madrid), La casa del Loco (Zaragoza) y como broche final, la sala Luz de Gas de BARCELONA.
En el 2006 realizaron mas 40 actuaciones por todo el estado y Actualmente Please esta de gira, interpretando en directo los temas que U2 utilizo en su última puesta en escena.


ABBEY ROAD: (The Beatles)
Según la revista británica Sojo, Abbey Road es el mejor grupo clónico de The Beatles en todo el estado español y el quinto en el mundo, interpretando en directo las mejores canciones de The Beatles. Ya han hecho más de 600 actuaciones en tres continentes.





THE BON SCOTT BAND (AC/DC)
The Bon Scott Band nace fruto de unas jams sessions durante el verano de 1997, donde Jordi Vázquez y José Castelló "Tite" coinciden e interpretan algunos clásicos de AC/DC .
El resultado de la experiencia les llevaría a buscar músicos que les acompañaran para fundar una banda de covers que rindiera tributo a los incombustibles AC/DC


TURBO_ZERO (Turbonegro)
Turbozero es un grupo formado por la banda de Villarcayo Subzero, en el cual rinden tributo a uno de sus grupos preferido y una de sus mayores influencias Turbonegro, la versiones de los noruegos se suceden una tras otra, siendo obtenidas de todos sus discos, no solo se rinde tributo en lo musical, sino que van mas alla caracterizándose tal y como lo haría la banda original, una autentica fiesta que no te puedes perder.
Organiza:


Produce:














29 junio 2007

discurso del Premio Nobel 2006 - O. Pamuk




Pamuk pronunciando el discurso del Premio Nobel 2006
...
Dos años antes de su muerte mi padre me entregó un maletín lleno de sus textos manuscritos y sus cuadernos de notas. Con su habitual aire bromista me dijo, como al pasar, que esperaba que yo los leyera después, es decir, después de su muerte.“Échales una mirada”, dijo con algún embarazo, “tal vez algo de todo eso sirva para algo. Tú podrás elegir lo que sea publicable”.Estábamos en mi cuarto de trabajo, rodeados de libros. Mi padre daba vueltas por la estancia, mirando a su alrededor, como quien desea desembarazarse de un equipaje pesado e incómodo, sin saber dónde ponerlo. Finalmente lo colocó discretamente, sin ostentación, en un rincón. Después de este instante, un tanto embarazoso pero imborrable para ambos, regresamos a la tranquila ligereza de nuestros papeles habituales, nuestras personalidades sarcásticas y desenvueltas. Hablamos, como de costumbre, de cosas sin importancia, de la vida, de los inagotables temas políticos de Turquía y, sin ninguna amargura, de los proyectos no realizados y los negocios sin resultados de mi padre.Recuerdo que, durante algunos días después de su partida, di vueltas alrededor de ese maletín, sin tocarlo. Conocía desde la infancia esa pequeña valija de cuero negro, su cerradura, sus abollados rebordes. Mi padre la usaba para sus viajes cortos y también, a veces, para llevar documentos de la casa al trabajo. Recordaba haber abierto esta valija, cuando era niño, y escarbado en sus cosas que despedían un delicioso aroma de agua de Colonia y de tierras extranjeras. Este maletín era para mí un objeto conocido y fascinante, asociado a mi pasado y a mis recuerdos de la infancia; sin embargo, ahora no me atrevía a tocarlo. ¿Por qué? Lo que me inhibía era sin duda la importancia, el peso enorme de la misteriosa gravedad que su contenido parecía esconder.Ahora voy a hablar sobre el significado de este peso secreto: es el resultado de lo que un ser humano logra crear cuando, encerrado en su cuarto de trabajo y sentado ante una mesa o en un rincón, se expresa por medio del papel y la pluma. Es decir, este es el sentido de la literatura.No me atrevía a tocar ni a abrir el maletín de mi padre, pero conocía algunos de los cuadernos de notas que contenía. Ya había visto a mi padre escribir en ellos. No era la primera vez que yo sentía hondamente todo el peso contenido en este maletín. Mi padre tenía una gran biblioteca; en su juventud, a fines de la década de 1940, había querido ser poeta en Estambul y había traducido a Valéry al turco, pero no había querido exponerse a las dificultades de una vida consagrada a la poesía en un país pobre, donde los lectores eran escasos. Su padre –mi abuelo– era un empresario rico; mi padre había tenido una infancia cómoda y no quería empobrecerse por la literatura. Él amaba la vida con todos sus placeres, y yo lo comprendía.Lo primero que me inhibía de acercarme al maletín de mi padre era el temor de que sus escritos no me gustaran. Mi padre tenía la misma duda y los había presentado con una actitud de cierta indiferencia, como si no tomara demasiado en serio el contenido del maletín. Esta actitud me afligía; yo llevaba ya veinticinco años trabajando como escritor, pero no quería reprochar a mi padre por no haber tomado la literatura con suficiente seriedad… Mi verdadero temor, la cosa que me aterraba verdaderamente, era la posibilidad de que mi padre hubiera sido un buen escritor. Este miedo era lo que me impedía abrir el maletín de mi padre. Peor todavía, yo no era capaz de confesarme a mí mismo esta razón, porque si de su pequeña valija surgía una gran obra, yo estaría obligado a reconocer la existencia de otro hombre, totalmente diferente, en el interior de mi padre. Era una posibilidad aterradora. Porque incluso a mi edad, ya avanzada, yo quería que mi padre fuera solamente mi padre, no un escritor.Para mí, ser escritor significa descubrir, mediante un paciente trabajo de años, la otra persona que vive oculta en uno, y el mundo interior que la hace ser lo que es; cuando hablo de escritura, lo primero que me viene a la mente no es una novela, un poema o una tradición literaria, sino una persona que, encerrada en estudio, replegada en sí misma y protegida de sí misma, rodeada de sus sombras, se sienta ante una mesa, sola con las palabras, y construye con ellas un mundo nuevo. Este hombre, o esta mujer, puede usar una máquina de escribir o emplear los servicios de un ordenador o bien, como yo, puede pasarse treinta años escribiendo con una pluma estilográfica sobre el papel. Puede fumar, puede beber café o té. De vez en cuando puede lanzar una mirada a través de la ventana, sobre los niños que se divierten en la calle –si tiene suerte, sobre los árboles o un paisaje–, o sobre un muro sombrío. Puede escribir poesía, teatro, o novelas, como yo. Todas esas diferencias surgen después de la tarea crucial que consiste en sentarse ante la mesa y entrar pacientemente en su mundo interior. Escribir es traducir en palabras esta introspección, esta indagación de sí mismo, y gozar de la alegría de explorar con paciencia y obstinación un mundo nuevo. Sentado ante mi mesa mientras los días, los años y los meses transcurrían y mientras yo iba agregando nuevas palabras sobre las páginas en blanco, sentía que estaba construyendo un nuevo mundo interior para mí mismo; que yo, del mismo modo que quien construye un puente o una cúpula, piedra sobre piedra, estaba descubriendo otra persona en mi interior. Para nosotros, escritores, las palabras son nuestras piedras de construcción. Conociéndolas y valorándolas en sus relaciones recíprocas, juzgándolas a veces a la distancia, acariciándolas en ocasiones con las yemas de los dedos o con la pluma estilográfica, sopesándolas, colocamos a cada una de ellas en su lugar, para ir construyendo nuevos mundos a lo largo de los años, sin perder la esperanza, obstinadamente, pacientemente.
El secreto del escritor, para mí, no es la inspiración –pues nunca se sabe de dónde viene–, sino la obstinación y la paciencia. Hay una hermosa expresión turca, “cavar un pozo con una aguja”, y a mí me parece que fue inventada pensando en nosotros los escritores. En los antiguos relatos, yo amo y comprendo la paciencia de Ferhad, quien, según la leyenda, perforaba las montañas por el amor de Shirine. Cuando escribí, en mi novela Me llamo Rojo, sobre los antiguos miniaturistas persas que dibujaban el mismo caballo durante años hasta memorizarlo al punto de que podían dibujarlo con los ojos cerrados, yo sabía que estaba escribiendo también sobre el oficio del escritor y sobre mi propia vida. Para alcanzar el don de poder narrar su propia vida, lentamente y como si fuera la historia de otros, para sentir en sí mismo esta fuerza narrativa, me parece que el escritor debe dedicar todos sus años a este arte y a este oficio ante su escritorio, con la necesaria condición del optimismo. El ángel de la inspiración, que visita regularmente a algunos y jamás a otros, favorece al optimista y al que confía en sí mismo, y cuando el escritor se siente más solo que nunca y duda más que nunca de sus esfuerzos, de sus sueños y del valor de sus escritos –es decir, cuando cree que su relato es únicamente el relato de sí mismo–, es entonces cuando el ángel le revela las historias, las imágenes y los sueños que unen el mundo del cual quería salir el escritor con el mundo que quiere construir. Mi sentimiento más estremecedor, en este oficio de escritor al que he dedicado toda mi vida, ha sido la sensación, a veces, de que algunas frases, fantasías y páginas que me han hecho inmensamente feliz, no procedían de mi propia imaginación, sino que me habían sido reveladas generosamente por alguna fuerza externa.Yo tenía miedo de abrir el maletín de mi padre y de leer sus cuadernos, porque yo sabía que él jamás habría soportado las dificultades que yo mismo tuve que afrontar. Él no amaba la soledad sino los amigos, las multitudes, los salones, las bromas, las diversiones sociales. Pero mis pensamientos tomaron luego otro rumbo: estas ideas, estos sueños sobre la paciencia y el ascetismo, todas esas concepciones que yo había construido podían ser solamente mis propios prejuicios ligados a mi vida y a mi experiencia como escritor. Ha habido una gran cantidad de autores brillantes que escribieron rodeados de multitudes, de sus familias, del bullicioso esplendor y el alegre parloteo de la vida social. Además, mi padre nos había abandonado cuando éramos niños, aburrido de la monotonía de la vida familiar. Se había ido a París y allí, en habitaciones de hotel –como tantos otros escritores– llenaba, uno tras otro, cuadernos y más cuadernos de notas. Yo sabía que en el maletín se encontraba una parte de esos cuadernos, pues durante los años que precedieron a la entrega de la pequeña valija mi padre había comenzado a hablarme sobre ese período de su vida. También había hablado sobre aquellos años cuando yo era niño, pero sin mencionar su vulnerabilidad ni sus sueños de convertirse en poeta ni sus angustias existenciales en las habitaciones de hotel. Contaba cómo había visto frecuentemente a Sartre en las aceras de París, y hablaba con entusiasmo ingenuo, como portador de noticias muy importantes, de los libros que había leído y las películas que había visto. Más tarde, ya convertido en escritor, no he olvidado nunca que llegué a serlo gracias a que mi padre, en lugar de recordar a los famosos pachás y grandes líderes religiosos, me hablaba frecuentemente de los grandes autores de la literatura universal. Tal vez por esto debía yo abordar la lectura de los cuadernos de mi padre, sin pensar tanto en el valor literario de sus escritos, considerando todo lo que yo debía a los libros de su biblioteca y recordando que él, cuando vivía con nosotros, no aspiraba sino a encerrarse en una habitación –como yo– para estar en íntimo contacto con sus libros y sus pensamientos.Sin embargo, contemplando con zozobra este maletín cerrado, sentí que era precisamente esto lo que yo era incapaz de hacer. Mi padre acostumbraba en ocasiones tenderse en el sofá, frente a sus libros, dejar a un lado el libro o la revista que tenía en sus manos y hundirse durante largo rato en sus pensamientos y fantasías. En su rostro aparecía entonces una nueva expresión, diferente de la que mostraba en las bromas, el bullicio y las riñas de la vida familiar. Esa expresión denotaba una profunda introspección que me hizo comprender, ya desde mi infancia y durante los primeros años juveniles, que mi padre sufría un desasosiego interior que me inquietaba. Ahora sé, muchos años después, que ese desasosiego es una de las fuerzas decisivas que hacen de un ser humano un escritor. Para llegar a ser escritor se necesita, antes que la paciencia y el esfuerzo, el impulso interior que nos hace huir de las multitudes, la vida social, las cosas citidianas que todos comparten, y encerrarse en una habitación. Los escritores necesitamos la paciencia y la esperanza para encontrar en nosotros mismos los cimientos del mundo que creamos para nosotros. Pero el deseo de encerrarnos en una habitación, en una sala llena de libros, es lo primero que nos impulsa. Montaigne fue sin duda quien marcó el inicio de la literatura moderna, el primer gran ejemplo de escritor libre de temores y prejuicios, el primero que discutió las palabras de otros sin escuchar otra voz que la de su propia conciencia y, en conversación con sus libros, desarrolló sus propias ideas y su propio mundo. Montaigne es uno de los escritores que mi padre leía una y otra vez, y a cuya lectura me incitaba siempre. Yo quisiera verme a mí mismo como un seguidor de esta tradición de escritores que, sea en Oriente, sea en Occidente, se apartan de la vida social para encerrarse, junto con su biblioteca, en su estudio. El punto de partida de la verdadera literatura es el ser humano encerrado, a solas, con sus libros.Pronto descubrimos, sin embargo, en ese recinto donde nos hallamos encerrados, que no estamos tan solos como podría creerse. Nos hacen compañía las palabras de otros y las historias de otros, sus libros, todo aquello que llamamos la tradición literaria. Estoy convencido de que la literatura es el más valioso acervo de materiales que la humanidad ha creado en su esfuerzo por comprenderse a sí misma. Las sociedades humanas, tribus, naciones, se hacen más inteligentes, se enriquecen y se elevan en la misma medida en que toman en serio su literatura y escuchan a sus escritores. Como todos sabemos, las hogueras de libros y las persecuciones contra los escritores han sido el anuncio de tiempos de tinieblas e irracionalidad para naciones enteras. Pero la literatura nunca es un asunto puramente nacional. El escritor que se encierra con sus libros y emprende, antes que nada, el viaje interior, descubre con el correr de los años esta regla imperiosa: la literatura es el arte de narrar nuestra propia historia como si fuera la de otros, y la historia de otros como si fuera la nuestra. Para lograr esto debemos viajar a través de las historias y libros de otros.Mi padre tenía una buena biblioteca, con unos mil quinientos libros, más que suficiente para un escritor. Cuando yo tenía veintidós años no había leído quizás todos esos libros, pero a todos los conocía, uno por uno, sabía cuáles eran importantes, cuáles eran ligeros y fáciles de leer, cuáles eran clásicos, cuáles eran parte imprescindible de la literatura universal, cuáles eran testimonios olvidables pero entretenidos de la historia local y cuáles eran las obras de un escritor francés a quien mi padre tenía en alta estimación. Yo contemplaba a veces esta biblioteca desde cierta distancia e imaginaba que un día, en una casa propia, tendría una biblioteca igual o incluso mejor, y que construiría para mí un mundo de libros. Vista desde la distancia, la biblioteca de mi padre me parecía en ocasiones una pequeña imagen de todo el mundo real. Pero era un mundo visto desde nuestro ángulo de visión, desde Estambul. El contenido de la biblioteca daba testimonio de esto. Mi padre la había formado con los libros adquiridos durante sus viajes, sobre todo en París y en América, con los que había comprado en su juventud a libreros que vendían literatura extranjera en Estambul durante las décadas de 1940 y 1950, y con los que había contiado adquiriendo en librerías que yo también conocía. Mi mundo es esta mezcla del mundo local, el nacional y el occidental. A partir de la década de 1970 comencé yo también, ambiciosamente, a formar mi propia biblioteca. Aun no me había decidido por completo convertirme en escritor. Como he relatado en mi libro Estambul, yo ya había intuido que nunca llegaría a ser pintor, pero no sabía con exactitud qué camino tomaría mi vida. Tenía una curiosidad insaciable y universal, una avidez ingenua y excesivamente optimista por leer y aprender; pero al mismo tiempo tenía la sensación de que a mi vida le faltaría algo y que yo no podría vivir como otros. Esta sensación, exactamente como la que yo experimentaba al contemplar la biblioteca de mi padre, estaba asociada con la idea de encontrarme lejos del centro, esto que los habitantes de Estambul sentíamos en aquellos tiempos, esta sensación de vivir en la periferia. Esta era otra circunstancia que aumentaba mi preocupación y me hacía sentir de algún modo incompleto, porque yo sabía muy bien que vivía en un país que no valoraba ni estimulaba a sus artistas –fueran ellos pintores o escritores– y les ofrecía una vida sin esperanza alguna. En los años setenta, como impulsado por un deseo apremiante y angustioso de resolver estas carencias de mi vida, visitaba con impaciencia furiosa los atiborrados quioscos y tiendas de libros de Estambul; y cuando compraba a los libreros de ocasión, con el dinero que mi padre me daba, libros descoloridos, manoseados, descuadernados y polvorientos, el estado lastimoso de estas tiendas de libros usados y el aspecto miserable de los pobres libreros que ponían sus mercancías en las orillas de las calles, en los patios de la mezquitas y en los nichos de muros en ruinas, la decrepitud y la pobreza sórdida de todos estos lugares me impresionaban tan poderosamente como las hondas vivencias que el contenido de esos libros me prometía.
En cuanto a mi lugar en el mundo, mi sentimiento fundamental, tanto en la vida como en la literatura, era el de “no estar en el centro”. En el centro del mundo había una vida más rica y más atractiva que la nuestra y, como todos los habitantes de Estambul y de toda Turquía, estábamos excluidos de ella. Hoy me imagino que yo compartía este sentimiento con la mayoría de los habitantes del mundo. Del mismo modo, había una literatura mundial cuyo centro se hallaba muy lejos de mí. En realidad yo pensaba más en la literatura occidental que en la literatura universal; pero nosotros, los turcos, estábamos también fuera de ella. La biblioteca de mi padre lo confirmaba. De una parte, contenía libros y literatura de Estambul, nuestro mundo local, con la rica diversidad de detalles que amo y nunca he podido dejar de amar, y de otra parte estaban los libros del mundo occidental que en nada se parecía al nuestro, diferencia que para nosotros era tan dolorosa como inspiradora de esperanzas. Escribir y leer era como dejar un mundo para encontrar el consuelo en la realidad extraña, singular y fantástica del otro mundo. Yo sentía que mi padre también había leído novelas para escapar de su vida y huir hacia Occidente, tal como yo lo haría más tarde. O bien, tal vez me parecía por esos días que esos libros eran el medio de que nos servíamos como una cura contra nuestro sentimiento de inferioridad cultural. No solamente la lectura, también el acto de escribir era el pasaje que nos permitía viajar de nuestra vida en Estambul a Occidente y participar un poco de ese mundo. Mi padre había viajado a París para poder llenar la mayoría de sus cuadernos, se había encerrado en el silencio de su habitación de hotel y después había regresado con sus escritos a Turquía. Yo sentía que esto me causaba desasosiego e inquietud cuando fijaba la mirada en el maletín de mi padre. Después de mis veinticinco años de aislamiento en mi estudio para realizarme como escritor en Turquía, la vista de ese maletín me producía irritación por el hecho de que el oficio del escritor, este ejercicio de escribir libre y sinceramente lo que hay en nuestro mundo interior, tenía que ser una ocupación que se realiza en secreto, fuera de las miradas de la sociedad, del estado y de la nación. Quizás esta era la principal razón por la cual yo me sentía enfadado con mi padre, por no haber tomado la literatura tan en serio como yo lo hacía.

En realidad, yo estaba irritado con mi padre porque él no había llevado una vida como la mía, porque él había evitado siempre hasta el más mínimo conflicto, independientemente de cuál fuera el asunto, porque él había vivido sonriendo, feliz, entre sus amigos y sus seres amados. Pero en algún lugar de mi conciencia yo sabía que también podría decir que estaba “envidioso” en lugar de “enojado”, que tal vez esa era una palabra más correcta, y eso también me inquietaba. Y entonces, cuando me preguntaba a mí mismo con mi voz siempre rencorosa y poco razonable: “¿Qué es la felicidad?” ¿Es felicidad vivir sentado solo en un cuarto y creer que se vive una vida intelectualmente profunda? ¿O es felicidad llevar una vida agradable en sociedad, creyendo las mismas cosas que todos los demás creen, o simulando creerlas? ¿Es felicidad, o infelicidad, pasar la vida escribiendo en secreto en un lugar donde nadie puede verlo a uno, y aparentando en público estar en armonía con todos a su alrededor? Eran preguntas muy molestas y extremadamente irritantes para mí. Por otra parte, ¿de dónde había sacado yo esta idea de que la felicidad era el criterio de una buena vida? La gente, los periódicos, todo el mundo actuaba como si la más importante medida de la vida fuera la felicidad. ¿Esto solo no sugiere que valdría la pena tratar de averiguar si lo contrario es verdad? ¿Qué tan hondamente conocía yo a mi padre, a él, que se había alejado de nosotros, de su familia, hasta dónde podía yo decir que comprendía su inquietud profunda?
Estos fueron los impulsos que finalmente me hicieron abrir el maletín de mi padre. ¿Acaso había en su vida un secreto, una infelicidad que yo desconocía, algo que él solo pudo hacer soportable vertiéndolo en sus escritos? En cuanto abrí el maletín evoqué aquellos olores traídos en su viajes, reconocí varios cuadernos y recordé que mi padre me los había mostrado muchos años antes, sin otorgarles mayor importancia. La mayoría de los cuadernos que yo ahora hojeaba, uno tras otro, habían sido escritos cuando mi padre, joven todavía, nos había dejado y se había ido a París. Como siempre me ocurría con respecto a otros escritores que admiraba, cuyas obras y biografías había leído y conocía, yo deseaba saber lo que el autor de estos textos había escrito y lo que pensaba cuando tenía la misma edad mía. Muy pronto comprendí que ahí no iba a encontrar nada de eso. Además, me produjo gran inquietud encontrar, aquí y allá, una voz de narrador que, pensaba yo, no era la voz de mi padre, no era auténtica o por lo menos no pertenecía a la persona que yo conocía como mi padre. Un miedo intenso se despertó entonces en mí, más fuerte aun que la inquietante circunstancia de que mi padre, cuando escribía, pudiera no haber sido mi padre. El miedo profundo, íntimo, de no lograr ser auténtico, había crecido por encima de mis temores de que los escritos de mi padre no fueran buenos o de constatar, incluso, que él estaba excesivamente influenciado por otros escritores; y este miedo se iba transformando en una crisis de identidad como aquella tan profunda que en mis años juveniles me había obligado a revisar a fondo toda mi existencia, mi vida, mi voluntad de escribir y mi propia producción literaria. Durante mis primeros diez años como novelista yo sentía estos temores más intensamente, me esforzaba por luchar contra ellos y a veces me aterraba la idea de que un día, así como había abandonado la pintura, esta angustia terminaría por doblegarme y yo dejaría de escribir novelas.
Ya he mencionado los dos sentimientos esenciales que me invadieron cuando yo cerré y guardé el maletín de mi padre: la sensación de vivir en la periferia, lejos del centro, y la angustia de carecer de autenticidad. Esta no era ciertamente la primera vez que yo experimentaba tan hondamente estos estados de ánimo. Durante años, en mis lecturas y mi escritura, yo había estado estudiando e investigando en mi escritorio, descubriendo, ahondando en estas emociones, en toda su amplitud y sus inesperadas consecuencias, sus interconexiones, sus causas y sus variados matices. Ciertamente mi ánimo había sido sacudido muchas veces, especialmente en mi juventud, por las confusiones, las susceptibililidades y los momentos de tristeza indefinible con que la vida y los libros me afligían. Pero fue solamente escribiendo libros que llegué a comprender a fondo la angustia de la autenticidad (como en Mi Nombre es Rojo y El Libro Negro) y el sentimiento de vivir en la periferia (como en Nieve y en Estambul). Para mí, ser un escritor significa observar con atención las heridas que llevamos dentro, sobre todo las heridas secretas de las que no sabemos nada o casi nada, descubrirlas con paciencia, estudiarlas y sacarlas a la luz para luego asumirlas y hacer de ellas una parte conciente de nuestra escritura y nuestra identidad.
Ser escritor es hablar de cosas que todos conocen sin saberlo. Descubrir este conocimiento, desarrollarlo y compartirlo, ofrece al lector el placer del asombro en el recorrido de un mundo que le es familiar. El mismo placer sentimos, sin duda, en el arte de expresar fielmente por escrito lo que sabemos de la realidad. Un escritor que durante largos años, encerrado en el silencio de su estudio, ha perfeccionado su arte y ha iniciado la creación de su mundo comenzando por sus propias heridas secretas, posee, conciente o inconcientemente, una confianza profunda en la humanidad. Siempre he albergado en mí la confianza en que los otros tienen heridas como las mías y que esta circunstancia ha de conducir al convencimiento de que todos los seres humanos nos parecemos. Todos los logros genuinos de la literatura se construyen a partir de esta esperanzadora certeza, de este optimismo infantil, de que todos los seres humanos somos parecidos. Y esta humanidad en un mundo sin centro, es lo que el escritor que ha trabajado en el aislamiento durante años aspira a alcanzar.
Pero como se puede deducir del maletín de mi padre y de los pálidos colores de nuestras vidas en Estambul, el mundo tenía un centro en algún lugar, muy lejos de nosotros. En mis libros he descrito, con cierto detalle, de qué modo este hecho básico produjo un sentimiento chejoviano de provincialidad y cómo, de otro lado, me llevó a interrogarme sobre mi autenticidad. Sé por experiencia que la gran mayoría de la población mundial vive bajo el peso de estos mismos sentimientos y que muchos sufren tensiones todavía más desgastadoras y destructivas, como la falta de confianza en sí mismos o el temor de ser sometidos a la humillación. Sí, los principales problemas de la humanidad son todavía la pobreza, el hambre, la falta de vivienda... Pero hoy los canales de televisión y los periódicos nos informan sobre estos problemas fundamentales de un modo más rápido y sencillo que la literatura. Lo que la literatura debe describir y explorar hoy son las preocupaciones principales de la persona humana: el miedo a la exclusión, a sentirse insignificante, y los sentimientos de inutilidad que se derivan de esos temores, el orgullo herido de sociedades enteras, la vulnerabilidad, la angustia de ser objeto de desprecio, todas las formas de la cólera, los desaires, los agravios, las susceptibilidades, las infinitas afrentas imaginarias y sus hermanas, las jactancias nacionalistas, el engreimiento y la arrogancia… Semejantes monstruos de la imaginación, que casi siempre se expresan con un lenguaje irracional y exageradamente apasionado, salen a mi encuentro cada vez que me asomo a la zona oscura de mi mundo interior. A menudo somos testigos de cómo las grandes muchedumbres, sociedades y naciones del mundo no occidental, con las cuales yo puedo identificarme fácilmente, caen en las garras del temor que los conduce a cometer actos insensatos a causa de su vulnerabilidad y de su angustia por temor a ser sometidos a la humillación. También sé que en el mundo occidental, con el cual puedo identificarme con la misma facilidad, existen estados y naciones imbuídos de un exagerado orgullo por haber producido el Renacimiento, la Ilustración y la Modernidad, y que en ocasiones caen en una arrogancia que también conduce a la insensatez.Así pues, no solamente mi padre, sino todos nosotros, sobreestimamos la idea de que el mundo tiene un centro. Sin embargo, lo que nos mantiene durante años encerrados en un estudio para escribir, es la confianza contraria; es la creencia de que un día nuestros escritos serán leídos y entendidos, porque los seres humanos de todas las regiones del mundo somos semejantes. Pero yo sé por mí mismo y por lo que mi padre ha escrito, que este es un optimismo cargado de inquietud, lacerado por la cólera de la marginación y la exclusión. Muchas veces he sentido íntimamente la pasión de amor y odio que Dostoievsky sintió hacia Occidente durante toda su vida. Pero de él aprendí algo esencial, pues encontré la verdadera fuente del optimismo en el mundo diferente, extraordinario, que el gran escritor construyó a partir de su relación de amor‑odio y más allá de sus límites.Todos los escritores que han consagrado sus vidas a esta tarea conocen esta verdad: cualquiera que sea el motivo original que nos ha impulsado a escribir, el mundo que construimos durante años y años de escritura esperanzada, toma finalmente forma en un lugar diferente. Desde el escritorio ante el cual nos sentamos a trabajar bajo el influjo de la amargura o de la cólera, vamos hallando el sendero hacia un mundo interior totalmente distinto, más allá de todas esas furias y congojas. ¿Podría mi padre haber alcanzado, él mismo, ese mundo interior? Ese mundo que nos da la sensación de haber vivido un milagro, como cuando, después de una larga travesía por mar, se diluye la niebla y una isla emerge ante nuestros ojos con todo el esplendor de sus colores. O bien, tal vez sentimos el impacto de la misma fascinación que experimentan los viajeros occidentales cuando sus navíos se aproximan a Estambul y la ciudad surge a su vista al disiparse la niebla del amanecer. Al final del largo viaje, iniciado con esperanza y curiosidad, aparece ante ellos una ciudad, un mundo entero con sus mezquitas, sus alminares, sus casas, sus calles empinadas, sus colinas, sus puentes. Como un lector impaciente que se pierde entre las páginas del libro, el viajero quiere entrar inmediatamente en este mundo que se abre ante sus ojos y fundirse en él. Así, nos hemos sentado ante una mesa sintiéndonos provincianos, excluidos, marginados, enojados o profundamente acongojados, y hemos descubierto un nuevo mundo interior que nos hace olvidar esos sentimientos.Contrariamente a lo que yo sentía en mi infancia y en mi juventud, para mí, ahora, el centro del mundo es Estambul. No solamente porque yo he vivido allí toda mi vida, sino porque durante los últimos treinta y tres años, identificándome completamente con la ciudad, he estado describiendo en mis narraciones sus calles, sus puentes, sus gentes, sus perros, sus casas, sus mezquitas, sus fuentes, sus héroes asombrosos, sus tiendas, sus personajes famosos, sus gentes humildes, sus recovecos oscuros, sus días y sus noches. A partir de cierto momento, este mundo que he imaginado se libera, escapa de mi control y deviene más real que la ciudad en la cual vivo. Entonces parece que todas esas gentes y calles, esos objetos y edificios, comienzan a hablar los unos con los otros y a construir entre ellos relaciones recíprocas y viven sus propias vidas fuera de mi imaginación y de mis libros. Este mundo que yo había creado, imaginándomelo pacientemente, como quien cava un pozo con una aguja, parece entonces, para mí, más real que todo lo demás.Tal vez mi padre también había conocido esta felicidad reservada a los escritores que han dedicado tantos años a su oficio; y yo me decía que debía liberarme de todo prejuicio y mirar el contenido de su maletín. Después de todo, él nunca fue un padre imperativo, rígido, represivo o castigador, sino un padre que siempre me dio libertad y siempre me trató con sumo respeto, por lo cual yo le guardaba gratitud. A diferencia de muchos amigos de mi infancia y compañeros de mi juventud, jamás tuve miedo de mi padre y a veces creí que esta era la causa de que mi imaginación pudiera funcionar libremente, con desenfreno infantil, y en ocasiones pensé sinceramente que podía llegar a ser un escritor porque mi padre quiso convertirse él mismo en escritor en su juventud. Debía leerlo con buena voluntad y comprender lo que había escrito en esas habitaciones de hotel.Con estos pensamientos optimistas abrí el maletín que había permanecido varios días allí donde mi padre lo había dejado; usando toda mi fuerza de voluntad, leí algunos manuscritos y cuadernos. ¿Qué había escrito mi padre? Recuerdo ahora algunas descripciones de hoteles parisienses, algunos poemas, paradojas, reflexiones… Me siento ahora como alguien que, después de un accidente de tráfico, solamente tiene recuerdos fragmentarios se esfuerza por reconstruir lo sucedido pero no quiere recordar demasiado.

Cuando yo era niño y mi padre y madre estaban a punto de iniciar una disputa, cuando reinaba entre ellos un silencio mortal y ninguno de los dos pronunciaba una sola palabra, mi padre encendía la radio para aliviar la tensión de los ánimos y la música nos ayudaba a olvidarnos más rápidamente de todo el incidente. Permítanme cambiar de tema y decir unas palabras ligeras que cumplan la función de esa música. Como ustedes saben, la pregunta que los escritores debemos responder con más frecuencia, es: “¿Por qué escribe usted?” ¡Escribo porque quiero hacerlo, con toda el alma! Escribo porque a diferencia de otros, no me siento a gusto con un trabajo común y corriente. Escribo para que libros como los míos sean escritos y para poderlos leer. Escribo porque estoy molesto con ustedes, con todo el mundo. Escribo porque me complace enormemente sentarme en un cuarto a escribir sin descanso. Escribo porque solamente modificando la realidad puedo soportarla. Escribo para que el mundo entero sepa cómo yo, cómo nosotros en Estambul y en Turquía hemos vivido y vivimos. Escribo porque amo el olor del papel, de la pluma y de la tinta. Escribo porque creo más en la literatura, en el arte de la novela, que en cualquier otra cosa. Escribo porque es un hábito, una pasión. Escribo porque tengo miedo de ser olvidado. Escribo porque me gusta la celebridad y toda la notoriedad que el escribir conlleva. Escribo para estar solo. Escribo en la esperanza de entender por qué estoy furioso con ustedes, con todos. Escribo porque me gusta ser leído. Escribo para terminar de una vez por todas esta novela, este texto, esta página que en algún momento comencé a escribir. Escribo porque todos esperan que escriba. Escribo porque tengo una fe infantil en la inmortalidad de las bibliotecas y en el lugar que mis libros tendrán en los estantes. Escribo porque la vida, el mundo, todo es increíblemente bello y maravilloso. Escribo porque gozo traduciendo en palabras toda la belleza y la opulencia de la vida. Escribo, no para contar historias sino para construir historias. Escribo para liberarme del sentimiento de que siempre existe un lugar al que –como en una pesadilla– jamás podré llegar. Escribo porque nunca he conseguido ser feliz. Escribo para ser feliz.Una semana después de que mi padre vino a mi estudio y me dejó su maletín, volvió a hacerme otra visita. Trajo, como siempre, una barra de chocolate (había olvidado que yo tenía 48 años). Como era nuestra costumbre, charlamos alegremente sobre la vida, la política y los chismes familiares. En algún momento los ojos de mi padre se dirigieron al rincón donde había dejado su maletín y notó que yo lo había movido de allí. Nuestras miradas se cruzaron. Se produjo un silencio embarazoso.Yo no le dije que había abierto el maletín y que había intentado leer sus escritos. Rehuí su mirada. Pero él entendió. Así mismo yo comprendí que él había entendido. Y él entendió que yo había entendido que él había entendido. Pero todo este intercambio de comprensiones recíprocas solo duró unos segundos. Porque mi padre era un hombre seguro de sí mismo, despreocupado y feliz; como de costumbre, se echó a reír. Y como siempre lo había hecho cuando salía de la casa, también esta vez me dijo, con tono paternal, algunas palabras amables y alentadoras.Al verlo salir sentí, como de costumbre, envidia de su felicidad y de su comportamiento sin tristezas ni preocupaciones. Pero recuerdo también que ese día sentí un íntimo estremecimiento de avergonzada alegría. Yo podía no ser tan despreocupado como él; yo podía no haber vivido una vida feliz y sin tristezas, como él; pero yo había desagraviado, le había hecho justicia al arte de escribir, y este sentimiento, bueno, ustedes entienden ... Yo estaba avergonzado de sentir estas cosas con respecto a mi padre. Además mi padre, lejos de ser una figura central y represiva en mi vida, me había dejado siempre en completa libertad. Todo esto nos debe recordar que el arte de escribir y la literatura están íntimamente ligadas a alguna carencia central en torno a la cual gira nuestra vida, a sentimientos de felicidad y de culpa.Pero mi historia tiene otra parte, que yo recordé inmediatamente ese día, y cuya simetría me produjo un sentimiento de culpa aun más profundo. Veintitrés años antes de que mi padre me dejara su maletín y cuatro años después de que yo tomara la decisión de convertirme en escritor y abandonar todo lo demás, a la edad de veintidós, me encerré en en un cuarto y terminé mi primera novela, Cevdet Bey y sus hijos. Con las manos temblorosas entregué el texto mecanografiado de la novela inédita a mi padre y le pedí que la leyera y me diera su opinión. Su aprobación era importante para mí, no solamente porque yo confiaba en su inteligencia y en su gusto literario, sino también porque él, a diferencia de mi madre, no se había opuesto a mis planes de convertirme en escritor. Por aquel tiempo mi padre no estaba con nosotros. Esperé con impaciencia su retorno. Cuando llegó, dos semanas más tarde, corrí a abrirle la puerta. Mi padre no dijo nada, pero me abrazó de manera tan especial que yo comprendí de inmediato: mi libro le había gustado mucho. Durante un rato nos sumergimos en esa forma de silencio embarazoso que con frecuencia acompaña momentos de gran emoción. Luego, cuando nos tranquilizamos y comenzamos a hablar, mi padre expresó, con enorme entusiasmo y exaltadas palabras, su confianza en mí y en mi primer libro, y luego me dijo, como al pasar, que algún día yo ganaría el premio que ahora, con mucha alegría, he venido a recibir.No dijo esto por convicción, ni para marcar este premio como una meta hacia la cual deberían dirigirse los esfuerzos del escritor; lo dijo como un padre turco que, para apoyar y estimular a su hijo, le dice: “¡Un día serás un pachá!” Y durante años repitió esas palabras cada vez que nos encontrábamos, para infundirme ánimo y confianza.Mi padre murió en diciembre de 2002.Honorables miembros de la Academia Sueca, que me habéis otorgado este gran premio y este honor, y distinguidos invitados: yo habría querido que mi padre pudiera estar hoy entre nosotros.

TRIBUNA: MARGARITA RIVIÈRE

TRIBUNA: MARGARITA RIVIÈRE
Decadencia de las clases medias
MARGARITA RIVIÈRE 20/06/2007

Las clases medias de los países ricos están en declive, tienden a diluirse: ésa es la tendencia objetiva. Es un secreto, aún para iniciados, pero los síntomas afloran por todas partes. De momento resulta difícil agarrar ese toro por los cuernos: ¿no era la clase media quien tiraba de la maquinaria económica?, ¿no había sido un gran logro social la transformación de los antiguos obreros en convencionales padres de familia y dóciles consumidores con todas las ventajas (e inconvenientes) de la middle class de las sociedades postindustriales? Y, sobre todo, si las clases medias están en trance de desaparecer ¿qué las va a sustituir como motor económico, colchón interclasista y amortiguador social? ¿Amanece una utópica sociedad sin clases o una sociedad de desclasados que se mecen como hojas al viento? ¿Se puede hablar todavía de igualdad o se consolidan nuevas y vertiginosas desigualdades sociales?
Los sociólogos buscan explicaciones a lo que se intuye como un cambio social en profundidad. En el marco de ese gran cambio que vivimos, bailan realidades y conceptos como: globalización, movimientos migratorios, paridad de sexos, desigualdad (progresiva) en el reparto de la renta, precariedad laboral, economía criminal, individualismo radical, revolución de las dimensiones espaciales y temporales de la mano de maravillas tecnológicas... Éstos son algunos de los fenómenos que se entremezclan en avalancha. Muy pocos cerebros tienen hoy capacidad para interpretar lo que nos sucede en tanto que individuos, y las indagaciones sobre el proceso de cambio colectivo resultan parciales e insuficientes.
Algunos expertos expresan esta confusión con expresiones como modernidad líquida (Zygmunt Bauman), sociedad del riesgo, individualización (Ulrich Beck), bienestar de bajo coste (Gaggi y Narduzzi), hipermodernidad (Lipovetsky), sociedad-red (Castells) o, directamente, como hace Richard Sennett (en su imprescindible libro La cultura del nuevo capitalismo), reconocen con humildad que "el problema cultural fundamental (es) que la mayor parte de la realidad social es ilegible para la gente que trata de darle sentido". ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, el alargamiento de la vida si los viejos son tratados como inservibles trastos improductivos? ¿Cómo conjugar el énfasis en el valor de lo joven y la vida sana con una realidad como la de los mileuristas o los jóvenes hipotecados de por vida?
Es en este marco general, de confusión y excesos, en el que se vislumbra la decadencia de aquel puntal social que pronto podría ser historia pasada y al que llamamos clases medias. Hay síntomas de esa deriva también en España, donde las clases medias modernas llevan poco más de dos décadas afianzándose en su papel -siempre inconsciente, pero no menos real- de amortiguador social y político a la manera europea. Los españoles contemporáneos hemos vivido procesos históricos aceleradamente: apenas acabamos de alcanzar la estabilización social en unas renovadas clases medias cuando aparecen, otra vez, las orejas del lobo. Nuestra alegría de nuevos ricos consumistas, de recién llegados al Estado de bienestar, ya percibe los síntomas de las transformaciones que están en marcha. Otra cosa es que esa percepción lleve a la conciencia de lo que acontece.
He aquí un ejemplo común, imposible de cuantificar aún, del que cualquiera puede tener experiencia directa. ¿Quién no conoce a esa familia -esas familias españolas, mejor- en la que los padres, que rondan los cincuenta años, ayudan a sus hijos a emanciparse o dándoles cobijo, al tiempo que también se ocupan de los abuelos y de sus achaques? ¿Alguien no conoce a treintañeros que no hay manera de que se estabilicen laboralmente o se libren de la consabida hipoteca? ¿Cuántos no se han topado con esas jóvenes abuelas -y abuelos- que cuidan a sus nietos a la par que dan compañía y atención directa a sus propios padres ya viejos? ¿Quién ignora la desazón de esa familia de cincuentones al borde de la jubilación que ve mermar sus ingresos y aumentar sus gastos sin encontrar alternativa a la ayuda a los hijos y el cuidado de los propios padres?
No se sabe cuántas familias españolas se encuentran en situaciones similares, características de la más pura clase media y que afecta directamente a las familias de la generación del baby boom que tiraron -y consolidaron- de la democratización española. Pero no es aventurado hablar de que un porcentaje que supera el 50% de la población adulta española -nuevas clases medias, viejas clases medias y obreros cualificados, según la terminología clásica- se encuentra confrontado directa o indirectamente a esta situación de dependencia familiar directa y hoy acuciante. ¿Quién dijo que la familia estaba en decadencia? Las familias de las clases medias españolas han sido y son todavía un estado de bienestar por sí mismas; lo cual significa que se ocupan privadamente de lo que, a menudo, se publicita como tarea, pública, de nuestro novato Estado de bienestar. Estamos, pues, ante una privatización oculta del bienestar que ha recaído, de buena gana hasta ahora, en unas clases medias acostumbradas a un horizonte de prosperidad convencional. Un horizonte que se diluye en el nuevo marco económico, político y social global.
Y aquí se abren inquietantes incógnitas. ¿Qué sucederá cuando esta generación de familias españolas se jubile y sus propias fuerzas físicas y económicas flaqueen? ¿Quién o qué institución ocupará su lugar haciendo las tareas de apoyo real intergeneracional que han realizado hasta ahora nuestras clases medias? No hay mucho tiempo para resolver -sin la fantasía demagógica de leyes, como la de Dependencia, difíciles de poner en práctica- los problemas reales de jóvenes y viejos, que hasta ahora han solventado, como han podido, las familias de las clases medias españolas. En una sociedad ultra / individualista los problemas de dependencia se agravan y el Estado, sin el amortiguador de las clases medias, puede sentirse acosado, actuar a la defensiva y, lo que es peor, favorecer el clientelismo y la arbitrariedad. El reto de la decadencia de las clases medias está ahí. Las generaciones de jóvenes españoles que, hasta ahora, se han beneficiado de este oculto colchón social, deberían ser conscientes de que el vacío que se dibuja corresponde a un presente que es ya su responsabilidad.
Margarita Rivière es escritora y periodista.

Por la liberación de EMMANUEL



¡ Por la liberación de EMMANUEL !
http://www.galeon.com/emmanuelyclara/kids-flashmob.jpg
Por favor, imprima este cartel y distribúyalo entre sus amistades con niños. Póngalo en su bitácora y página de internet y haga la misma invitación.
Si tiene preguntas o sugerencias, por favor, envíelas a:emmanuelyclara@galeon.com

¡ Los niños de Colombia piden la libertad de Emmanuel !
http://www.galeon.com/emmanuelyclara/propuestas.htm

01 junio 2007

ISABEL MUÑOZ: DETALLES y MIRADAS






















Concurso MAVI Bicentenario de Arte Joven 2007

2º Concurso MAVI Bicentenario de Arte Joven 2007

El MUSEO DE ARTES VISUALES organiza con la colaboración de Minera Escondida y Comisión Bicentenario, su segundo concurso de arte joven, para artistas menores de 35 años, con temática y técnica libre, con un máximo de una obra por participante.
Incentivar, promover y difundir la creación artística es uno de los principales objetivos además de fomentar y premiar la creatividad e innovación artística joven nacional.
Se recibirán participaciones por correo electrónico al correo concurso@mavi.cl entre el 1º de junio y el 29 de julio de 2007.
Los participantes deberán incluir los siguientes datos:- Currículum vitae, que incluya como datos obligatorios: nombres y apellidos, fecha de nacimiento, RUT, dirección completa, teléfonos, dirección de correo electrónico, y datos de relevancia para la postulación.- Biografía narrada de máximo 150 palabras que incluya los hitos destacados de la trayectoria.- Descripción de la obra: título, técnica, dimensiones y fecha de realización, antecedentes y fundamentación de la obra.- Fotografía de la obra (min. 640 x 480 píxeles). En el caso de volúmenes se pueden enviar hasta 3 fotos.
El jurado estará integrado por las siguientes personas:- Andrea Brauweiler, Directora de Arte de la Fundación Cultural Plaza Mulato Gil de Castro- Mario Fonseca, crítico, curador y artista visual- Gonzalo Cienfuegos, artista visual y miembro Comisión Bicentenario- Arturo Duclos, artista visual- Daniela Rosenfeld, curadora Centro de Extensión UC
Como comisario del concurso oficiará la historiadora del arte Beatriz Huidobro.

El jurado determinará los ganadores de los 3 premios principales, dos menciones honrosas y el premio especial Bicentenario.
Primer Premio: Una parcela de 5000 mts2 avaluada en $ 6.000 000 en el Valle de los Artistas, ubicado en Lolol, VI Región.
Segundo Premio: $ 2.500.000.-
Tercer Premio: $ 1.500.000.-
Premio Bicentenario:$2.000.000.-
Primera Mención Honrosa
Segunda Mención Honrosa
Los nombres de los ganadores del concurso se darán a conocer el día 29 de noviembre, en la ceremonia de premiación e inauguración de la exposición de las obras finalistas en el MAVI, así cómo a través de www.mavi.cl y de www.bicentenario.gov.cl

Para más información:
www.mavi.cl
José Victorino Lastarria 307, Plaza Mulato Gil de Castro.
Metro Universidad Católica y Bellas Artes
Fono: 6383502 / 6649337

22 mayo 2007

Silencio en la sala de profesores

Sr. Director de A contratiempo:
Hace cosa de un mes inicié en Internet, para su lectura gratuita y por entregas, una novela titulada El paripé o los desertor@s de la tiza, la cual tiene prevista su finalización con el trimestre natural del curso académico. Su título lo dice todo sobre su contenido; su trama es aún más real que la vida misma; y su verosimilitud se ha convertido, tras los 11 capítulos hasta hoy publicados, en una dura prueba dirigida al sentimiento humano pues (según opiniones recibidas) parece increíble que puedan ocurrir hoy día los hechos ahí relatados.
Pero si a duras penas podrá el lector internauta tomarse como sucedido lo que se narra en la novela, aún más difícil les resultará a los lectores de la revista que tan dignamente dirige creerse que en la sala de profesores del IES donde se fraguó tan inverosímil argumento sea imposible colocar un cartel en el tablón de anuncios referente a la novela en cuestión: una garra inquisidora se ha ido encargando, por cuatro veces ya, de arrancar, rajar y tirar el cartelito en el que se informa a los demás profesores de la existencia en Internet de tal documento. ¡Hasta la fotocopia de la denuncia realizada en el cuartel más cercano ha sido arrancada de cuajo! Y lo más terrible es que el último cartelito, el 4º, que fue materialmente pegado sobre el corcho con un centenar de grapas, también resultó arrancado en un recreíto ante la vista de medio silencioso claustro (hecho del que, por fin, pude conseguir prueba gráfica y contundente que en su día visualizará un juez).
¡Qué penoso debió de haber sido defender las ideas propias en épocas totalitarias, visto que en la actual, que no suele ser tomada como tal, suceden estas cosas! Pero si algo hemos avanzado, y si un mínimo de libertad de expresión hemos llegado a tener, creo que habrá sido a remolque del tesón y del coraje. Pues sépase entonces que, por lo que a mí toca, seguiré y seguiré colocando cada semana mi cartelito libre y altanero acompañado de décimas como esta que escoltaba al 4º cartel:

Le ruego al quitacarteles
que ronda por esta sala
que deje de ser tan mala
persona, y a los cuarteles
respete, ¡y a los bedeles!,
y… asuma su estupidez:
pues tengo yo más de diez
cartelitos aguardando
que me los vayan quitando
pa ponelos otra vez.

Pero la duda sigue asaltando a la razón: si todo lo sucedido “por dentro” y “por fuera” de la novela ha sido ya legalmente denunciado donde correspondía, ¿quién se encarga en España de parar estos desmanes? Ruego contestación a quien lo sepa.
Atte.
Jaén, 17 de Mayo de 2007
Juan Pedro Rodríguez
25933052
www.juampedrino.com

Otra columna de Héctor Abad Faciolince, enviada por Montse Gibert

¡Liberen a Emmanuel!
Yo quiero creer, que Emmanuel nació en un pesebre, y que todos los colombianos que no han sido corroídos por la maldad lo tenemos que salvar.
Por Héctor Abad FaciolinceFecha: 05/19/2007 -1307 Entre narcoguerrillas y narcodefensas, entre parapolíticos, narcopolíticos y políticos guerrilleros, este país se nos ha vuelto un potrero medio enfermo en el que la maleza y el desierto tratan de invadir la hierba y de secar los árboles. Pero así como hay miles de asesinos, también hay fuerza y ganas de resistir, personas que luchan por una vida digna, hombres que siembran, mujeres que en las condiciones más duras se oponen a la muerte. Hay una guerra, que unos combaten con fusiles, secuestros y masacres, y otros combatimos con ideas y palabras. Una guerra entre violentos y desarmados, una guerra de los inermes contra los brutales. Me siento en guerra, pero en una guerra pacífica e ideológica contra los que matan, contra los que secuestran, contra los que masacran, contra los que trafican, contra los que corroen y corrompen.Ellos, los malos, convirtieron el campo en un desierto y a eso lo llamaron paz. Dejaron pueblos fantasmas, quemaron caseríos, hicieron que los campesinos huyeran a las ciudades y a eso le dijeron seguridad. Reemplazaron la yuca y el plátano por la coca y la amapola y a eso le dijeron negocio. Cambiaron los machetes por las miniuzis y llamaron progreso a ese cambio. A la tortura, al asesinato y a la motosierra le dijeron autodefensa. Y llaman lucha por la justicia al secuestro de niños y de mujeres inocentes. A los cilindros de metralla arrojados contra los templos para calcinar familias asustadas, le pusieron el nombre de justas reivindicaciones del pueblo. A las ciudades incendiadas con las emanaciones de los gasoductos, lo llamaron defensa del patrimonio nacional. Al secuestro y asesinato de policías, lo bautizaron heroísmo revolucionario.
Una mujer sola, en cambio, Clara Rojas, en las peores condiciones de cautiverio, débil en la tortura padecida del secuestro, tuvo un hijo. Y le puso un bonito nombre de la tradición cristiana de su pueblo, un nombre lleno de connotaciones y esperanzas: Emmanuel. Ese nombre quiere decir "el Enviado de la paz, el que está con nosotros". Clara Rojas, con este policía fugitivo después de ocho años de secuestro, con este Frank Pinchao al que por hambre todos los uniformes le quedan grandes, con este hombre envuelto en un llanto feliz y desesperado, nos envió su mensaje de secuestrada: "Estoy viva y tengo un niño sano y grande, de 3 años, se llama Emmanuel". Están vivos, pero los pueden matar. ¿Quién? No importa quién. Los guerrilleros sin alma durante un operativo militar; los militares en un cruce de fuego; los liberadores que quemarían la selva entera con tal de ganar. En un libro que mezclaba irresponsablemente la verdad con la mentira, el periodista Jorge Enrique Botero contó hace un tiempo que Clara Rojas había tenido un hijo durante su secuestro. Con un patetismo inútil lo puso a nacer en medio de un bombardeo del Ejército, en una trinchera, con una cesárea hecha con un cuchillo de cocina desinfectado con candela, en un vientre cosido con pita. Y no nos dijo el nombre del recién nacido, sino que 'Tirofijo' había declarado que el niño era "mitad de ellos y mitad de nosotros". Yo quiero creer, en cambio, que Emmanuel nació en un pesebre, y que todos los colombianos que no han sido corroídos por la maldad lo tenemos que salvar. Que no es mitad de ellos y mitad de nosotros, sino todo de Clara Rojas, y por entero responsabilidad de todos nosotros. Si Emmanuel se muere, este país está jodido. Si Emmanuel no entra a un colegio y no crece sano y fuerte, seremos el país más salvaje de la tierra, el más sucio, el peor. Y los guerrilleros enfermos de las Farc son los primeros que tienen el deber de soltarlo, a él y a su madre (y si tuviera padre, que no creo, también a su padre). No creo que este niño tenga San José. Es un sacrificio de Clara Rojas para rogarnos que la salvemos, que la salvemos a ella y a su niño. Repito: los primeros que los tienen que soltar son los secuestradores de las Farc, que han convertido el asco abominable del secuestro en arma de chantaje supuestamente legítima. Señores de las Farc: ¡Suelten ya mismo a Clara y a Emmanuel o considérense asesinos! Y después de ellos, todos nosotros, los que no nos creemos buenos, los que somos apenas regulares, pero tenemos un sentido ético que nos impulsa a luchar contra la maldad y el dolor. Todos tenemos que librar esta guerra pacífica para que las Farc liberen a Emmanuel. El gobierno, las organizaciones sociales, los estudiantes, los sindicatos, los empresarios. Ese niño nacido en las selvas de Colombia, ese niño al que su madre le puso un nombre que intentara conmover el duro corazón de los colombianos, es un niño que tiene que vivir, que tiene que crecer, sano y grande, si no queremos que nuestro país sea el sitio más sucio e indigno en el que se pueda vivir. ¡Liberen a Emmanuel, liberen a Emmanuel!

UNA LÍNEA SIN SENTIDO






UNA LÍNEA SIN SENTIDO

Miro hacia el cielo y no encuentro horizonte alguno, pues no hay nubes ni estrellas, sólo ese azul cerúleo que está por encima de todo. No sé qué pensarán las aves que lo surcan, pues yo sólo respiro con los pies sobre la tierra mirando al horizonte que también me mira. De nada sirve creer que lo finito lo marca una línea, pues está comprobado que la línea se mueve o se traspasa. En el cielo no hay límites, tampoco en la tierra, sólo están en la mente del hombre que atenta contra las leyes de la naturaleza.

La libertad tiene horizontes que traspasar, líneas que cruzar, para ser tan extensa como el cielo.



HORIZONTES PERDIDOS

El horizonte no es, como parece, una línea recta en la distancia, pues es un círculo que nos rodea; de ello te das cuenta al girar sobre ti mismo en medio del océano o en la soledad del desierto; allí se deja apreciar, en él, la curvatura de la Tierra. De cualquier manera, es una señal engañosa que cambia sin parar y que es tan diversa como el infinito, todo depende de nuestro movimiento y situación, del ángulo de la mirada, de cómo la intensidad de la luz incide sobre él. En las ciudades el horizonte se pierde entre el hormigón, hay que salir de ellas para apreciarlo; el hombre citadino ya no se da cuenta de estas cosas ni mira al cielo en las noches para ver las estrellas; el hombre de ahora se apartó de la naturaleza para crear un mundo fuera de ella, sin horizontes circulares que mirar.

Son un total de siete historias DE LOS HORIZONTES que puedes seguir leyendo en:
http://www.pablopaniagua.blogspot.com/
LITERATURA WEB: Palabras fractales

03 mayo 2007

Exex, la mujer del bigote

BLOGNOVELA: "Exex, la mujer del bigote" (novela on line)
http://www.bigotuda.blogspot.com/

"Exex, la mujer del bigote" es una "novela on line"
que se publicó en diez entregas como "blognovela". Su autor, Pablo Paniagua, nos narra la singular historia de una bella mujer bigotuda que, recién llegada a la ciudad de Nueva York para trabajar como modelo, se ve envuelta en una trama de amores insatisfechos y asesinatos que deciden el curso de su vida. "Exex, la mujer del bigote" es una novela extraña y diferente que hace una apuesta estética cercana a las historias de cómic, bajo el predominio del humor negro y la ironía, sin olvidar, desde luego, la preocupación por la forma literaria y el análisis descriptivo y psicológico de sus personajes. Para su publicación "on line" se contó con la colaboración de la artista mexicana Maru Pixies, que se encargó de realizar una ilustración para cada entrega. Su autor, Pablo Paniagua, eligió el medio cibernético para darse a conocer con esta novela que fue escrita, de acuerdo a su temática y estructura, para se leída frente a una pantalla incandescente. "Exex, la mujer del bigote" es, sin duda, un ejemplo de la nueva literatura que está surgiendo en Internet adonde merece la pena acercarse.
http://www.bigotuda.blogspot.com/

02 mayo 2007

ENCUENTRO INTERNACIONAL DE LITERATURA

Estimados amigos y amigas:
Les invitamos a registrarse en el
PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL DE LITERATURA FRANCACHELA, CUENCA 2007, que se realizará del 12 al 15 de Julio de 2007
en la Universidad del Azuay, en Cuenca, Ecuador, con la temática general:
La Literatura en América Latina.
Ya están disponibles el temario y demás precisiones en las siguientes direcciones: www.elmurocultural.com y en www.uazuay.edu.ec
Esperamos contar con su presencia.
Atentamente,
Dra. Sara Vanégas Cobeña
Presidenta del EncuentroPremio Nacional de Poesía
Embajadora Mundial de la Paz

Premios Reloj de Arena

Elite Radio Sevilla presenta los I Premios Reloj de Arena a los mejores programas de misterio de difusión nacional y local.

Los premios serán presentados por el director de Reloj de Arena el programa de misterio que emite la emisora sevillana todos los domingos de 20 a 23 horas a través del 100.8 de la frecuencia modulada. Para Jordi Fernández, “estos premios tienen como objetivo reconocer la labor de los profesionales que semana tras semana se ponen ante el micrófono con el único objetivo de informar de forma veraz y difundir los temas del mundo del misterio”.

Los premios reconocerán la labor tanto de los grandes profesionales del misterio que trabajan en cadenas o emisoras de cobertura nacional como de las emisoras pequeñas de ámbito local o provincial. “No podemos olvidarnos ni dejar de lado la importante tarea que desde los medios más modestos se realiza en pos de dignificar el mundo del misterio que últimamente está más castigado que nunca. Son en su mayoría gente muy joven, con muchas ganas de hacer cosas y que por lo general lo hacen por vocación y es que en la mayoría de los casos alternan sus trabajos y estudios con la elaboración de un programa de radio.”

Las votaciones se realizarán a través del correo electrónico del programa programarelojdearena@gmail.tk y toda la información estará en la página web del programa www.relojdearena.tk . El resultado se conocerá el próximo 15 Julio a través del programa Reloj de Arena que emite Elite Radio en su dial 100.8 de la frecuencia modulada entre las 20 y las 23 horas de los domingos.
Jordi Fernández. Reloj de ArenaElite Radio 100.8 Sevilla todos los Domingos de 20:00 a 23:00
Web. www.relojdearena.tk o http://www.telefonica.net/web2/relojdearena/Email. programarelojdearena@gmail.comDescargas en http://telefonica.net/web2/paranormalia/relojarenaG.htm o http://telefonica.net/web2/paranormalia/relojarena.htm